Nota que salió el 6 de Octubre de 2012 en el Suplemento NY Times del Periodico La Razón.
Por Caitlin Kelly
Eden Full ya debería estar de vuelta en la Universidad de Princeton en Nueva Jersey, estudiando para ganarse un codiciado lugar en el seno de la futura elite de EEUU. En lugar de ello, Full ha hecho algo extraordinario para una princentoniana: abandono los estudios.
No fue por lo exorbitante costo de la universidad, (Princeton cuesta casi US$55 mil por año.) Dice que simplemente recibió una oferta mejor y, tal vez, la oportunidad de una mejo educación.
Full, que tiene 20 años, forma parte de uno de los experimentos más inusuales en educación superior de la actualidad. Recompensa a los jóvenes inteligentes por no ir a la universidad y lanzarse al mundo real de la ciencia, la tecnología y las empresas. Después de todo, Bill Gates y Steve Jobs abandonaron sus estudios, y les fue muy bien.
Sin duda su tipo de éxito es raro, con o sin un titulo, Gates y Jobs cambiaron el mundo. Full también quiere hacerlo, y esta apurada. Ha construido un panel solar de bajo costo y quiere empezar a probarlo en África.
“Estaba ansiosa por salir al mundo y concretar mis ideas”, dice.
En momentos en que se cuestiona el valor de un título universitario y en que las perspectivas laborales de muchos recién egresados son las menores en años, tal vez no resulte extraño el surgimiento de un movimiento de alejamiento de los estudios.
Lo sorprendente es donde emerge y quienes lo constituyen.
El experimento, que atrae a un reducido y selecto grupo de estudiantes de instituciones como Princeton, la Universidad de Harvard y el Massachusetts Institute of Technology, es una idea de Peter A. Thiel, 44, un multimullinario y librepensador de notable actuación en Silicon Valley.
En 1998, durante el auge de las puntocom, Thiel aposto a una compañía que finalmente se convirtió en PayPal, la gigante de pagos online. Hace menos tiempo, se sintio atraido por un pequeño emprendimiento llamado Facebook.
Desde 2010 financia a jóvenes menores de 20 años que quieran hacer el próximo gran descubrimiento, siempre y cuando lo no lo busquen en las aulas universitarias. Su oferta es la siguiente US$50 mil por año durante dos años, con pocas preguntas; nada de universidad, a menos que una clase resulte útil para sus proyectos Thiel.
¿Cien mil dólares sin condiciones?
Lanzar una empresa y dejar los estudios
Tal vez a nadie le sorprenda enterarse de que es mas difícil acceder a una Beca Thiel que ingresar a Princeton. La asombrosa oferta de Thiel (Stanford 1989, Facultad de Derecho de Stanford, 1992) ha concitado gran atencion. Los primeros becarios Thiel ya están en el segundo año del programa, y este verano (boreal) se eligió a otros veinte.
Full estudiaba ingeniería mecánica en Princeton cuando solicito la beca con la esperanza de desarrollar un panel solar de bajo costo que sigue la trayectoria del sol.
Lo llama el SunSaluter, y ya empieza a probar la última serie de Kirindi, Uganda y Karagwe, Tanzania. Abandono Princeton al terminar su segundo año, y dice que es mucho lo que ha aprendido.
“Pasé el primer año de la beca dedicada a aprender sobre la industria solar, que hace falta para poner un producto en el mercado, en que soy buena”, cuenta.
Otra becaria Thiel, Laura Deming, 18, es una estudiante brillante. Cuando tenía doce años, su familia se traslado de Nueva Zelanda a San Francisco para que ella pudiera trabajar con Cynthia Kenyon, una bióloga molecular que estudia el envejecimiento. Cuando tenía 14 años, la familia volvió a mudarse, esta vez a la zona de Boston, para que Laura pudiera estudiar en el M.I.T.
“Las familias de los atletas de categoría olímpica hacen este tipo de sacrificios todo el tiempo”, dice Tabitha Deming, la madre de Laura. “En Boston vivíamos ceca y con suerte la veíamos una vez por mes. Nunca venia a casa los fines de semana”.
John Deming, el padre de Laura, egresó de la Universidad de Brandeis en Massachusetts a los 35 años, pero dice que desprecia la educación formal en todos los niveles. Su hija estudió en la casa.
“No se me ocurre un entorno peor que la escuela si uno quiere que sus hijos aprendan a tomar decisiones, a manejar el riesgo y a hacerse responsables de sus decisiones”, escribió Deming, que es inversor, en un e-mail. “En lugar de mandarlos a la escuela, hay que introducir a los chicos en el mundo, presentarles los rigores de la realidad, el mas importante de los cuales es ganarse la oportunidad de hacer lo que se quiere”. Agrego: “Detesto la llamada ‘educación” estadounidense”.
Laura, que está en su primer año de beca, se muestra interesada en retrasar la vejez y dedica sus días a leer publicaciones medicas en busca de investigadores dignos de financiamiento de capital de riesgo.
Gracias a la Beca Thiel, el acceso a algunos de los empresarios más exitosos de los Estados Unidos se consigue con rapidez y facilidad. “Hice una lista de las cincuenta personas que quería conocer y me he reunido con casi todas”, dice. “Todo pasa por las relaciones que se tenga y la gente que se conoce. He recibido comentarios muy positivos y obtuve grandes sumas de dinero”..
Otra becaria Thiel, Noor Siddiqui, que tiene 18 años, es hija de un matrimonio oriundo de Paquistan. Postergo la universidad para tratar de ayudar a trabajadores pobres de países en vías de desarrollo a contactarse con empresas de América del Norte. “Esto es desconcertante para mis padres”, señala. “No es la via mas segura. Tuve que presentarme en secreto”.
Algunos cuestionan el desprecio de Thiel por la universidad. La educación universitaria sigue siendo esencial para personas de situación menos privilegiada, dice Carmen Wong Ulrich, una de las fundadoras de Alta Wealth Management, una firma de inversión de tres mujeres de la ciudad de Nueva York. “Muchos afroestadounidenses y asiáticos ni siquiera pueden permitirse plantear la pregunta de si la universidad vale la pena”.
Anthony Carnevale, quien es director del Centro de Educación y Trabajo de la Universidad Georgetown en Washington, dice del programa: “Es experimento de laboratorio. Veremos”.
Frances Zomer, que dirige su propia firma contable en Toronto, no se alegro cuando su hijo, Christopher Olah, de 19 años, decidió abandonar la Universidad de Toronto, una prestigiosa institución canadiense, donde el joven había pasado un año estudiando matemáticas. “Lo más difícil fue que no volvió a la escuela”, dice Zomer. “La puerta se había cerrado”.
Ahora Olah, que crea software para impresión tridimiensional, divide su tiempo entre la casa de su madre en Toronto y un llamado hostel hacker para aspirantes a emprendedores de la Bay Área. A estas alturas, sin embargo Zomer ya ha cambiado de opinión.
“Esto es algo que no se aprende en las aulas. Bloguea, enseña, crea software”, dice. “Me parece brillante. Conozco a muchos que tienen un título universitario pero no pueden mostrar nadad que lo justifique”.
Tags Blogalaxia: grandes+proyectos
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